Echar la vista atrás es una expresión directamente relacionada con el espacio y con el tiempo. En el tiempo porque hablamos de un momento indeterminado alejado del punto de referencia pero también en el espacio porque hablamos de un lugar también indeterminado alejado de otro en el que nos encontramos. Sin embargo aunque hoy echamos la vista atrás lo haremos a un lugar y un día muy concreto, y es que hoy hace justamente un año miles de enfermeras nos encontrábamos en un municipio situado al norte de la provincia de Pontevedra, un municipio de cuyo nombre nunca podremos olvidarnos, Silleda.
Aquel día cerca de ocho mil enfermeras nos presentamos a unas oposiciones del Servizo Galego de Saúde. Un examen para intentar conseguir una de las poco más de 300 plazas de acceso libre y así estar más cerca de conseguir un bien muy ansiado, la estabilidad laboral.
Pero no sólo intentar conseguir esa preciada estabilidad fue lo que hizo especial ese día. Fuimos un total de 7.675 las profesionales que nos presentamos allí, vestidas de negro en señal de luto, para denunciar las pésimas condiciones laborales del sistema sanitario gallego a las que estamos sometidas desde el inicio de nuestra carrera. Todo lo que sucedió después es ya una excepcional historia.
Lo es porque incluso las enfermeras más veteranas, según sus propias palabras, jamás habían vivido una movilización semejante. De hecho muchas afirmaron sin ruborizarse que lo que sucedió allí fue algo histórico, no sólo por el alcance en los medios de comunicación, sino por algo aún más importante: la sensación de unión y apoyo, inimaginable. Por fin nos habíamos unido para demandar mejoras y sobre todo, para que el resto de la sociedad descubriera la realidad de un colectivo siempre ninguneado.
Desde entonces hemos promovido un Manifiesto por el Fin de la precariedad en la enfermería gallega, poniendo encima de la mesa las propuestas que mejorarán nuestra situación, hemos llegado al Parlamento Europeo en Bruselas para denunciar nuestra situación laboral, nos movilizamos en Defensa de la Sanidad Pública Gallega, denunciamos que miles de compañeras y compañeros tuvieran que emigrar fuera de nuestras fronteras, dimos visibilidad al colectivo en diversos medios de comunicación, realizamo estudios de campo así como continuamos trabajando cada día para cambiar el escenario en el que tenemos que desarrollar nuestra labor.
Desde entonces nos vemos obligadas a denunciar todas y cada una de las prácticas fraudulentas y abusivas a las que nos vemos sometidas a diario, aquellas que otros llaman “errores” día sí y día también.
Para nuestra profesión, aquel 12 de mayo marcaría un antes y un después en nuestra historia reciente, sólo era el principio del cambio que queríamos lograr. Pero un par de meses antes de nuestro aniversario, un nuevo contratiempo apareció en forma de acrónimo: COVID-19.
En estos últimos meses hemos dejado de lado nuestra agenda: nuestras concentraciones mensuales, nuestras reuniones para centrarnos en nuestra labor asistencial cuidando y ayudando a curar a todas las personas afectadas por la pandemia, pero no por ello hemos dejado de denunciar las múltiples situaciones irregulares que hemos vivido y sufrido en nuestra propia piel. Seguimos arrimando el hombro para poder salir lo mejor posible de esta situación.
Y quizás por eso aún a nuestro pesar, la sociedad nos ha etiquetado como heroínas en esta “longa noite de pedra”. Agradecemos todos los cumplidos y los aplausos, no queremos que se nos entienda mal, pero no hemos hecho nada más que lo que teníamos que hacer, para lo que nos hemos preparado y lo hacemos y seguiremos haciendo con dedicación, empatía y profesionalidad.
Sabemos que los próximos meses van a ser duros, complicados, e incluso contamos que lo sean mucho más de lo que fueron en la anterior crisis del 2008. Las consecuencias fueron varias: recortes de personal, amortización de plazas, congelación de sueldos, eliminación de días de libre disposición y aumento en las horas laborales semanales. Algunos de esos derechos se habían recuperado parcialmente y otros iban camino de conseguirse.
Pero aunque aplaudimos la vuelta de los derechos perdidos, incluidos los de carácter económico, nuestras demandas nunca fueron por ese camino. De hecho en nuestras reivindicaciones solo pedimos condiciones de contratación dignas, estables, transparentes y que dejen de usar a la enfermera eventual como personal de ¨usar y tirar¨.
Nos han tratado así durante años y en parte ha sido con nuestra complicidad, porque no hemos tomado nunca antes las riendas de nuestra vida profesional, nunca nos hemos plantado para intententar paliar la situación, ni hemos reivindicado nuestros derechos más allá de la queja de salón, de bar o de las redes sociales.
Creemos que ya es la hora de que todas y todos los compañeros de todas las categorías nos unamos y luchemos de la mano para no volver a perder. Somos numerosas, somos fuertes y es el momento de actuar como tales.
Y a vosotras y vosotros, pacientes, usuarios de la sanidad pública, lo que ahora os pedimos es que no nos miréis desde las ventanas, ni nos preguntéis con incredulidad desde los muros de las redes sociales. Bajad a las puertas de los hospitales y coged con nosotras las pancartas, unámonos, seamos fuertes. No podemos ser heroínas un día y al siguiente basura de la que se puede prescindir; no esperéis que solo diez luchen por los derechos de diez mil, luchad con nosotras, poned vuestro granito de arena, seamos el cambio para conseguir que la sanidad, de verdad, sea un derecho universal y un bien común.
Quizás volvamos a la casilla de salida. Quizás volvamos al año cero, pero irónicamente volverá a estar en nuestras manos desde donde queremos iniciar la travesía, pero si remamos juntas, lo conseguiremos.