Tengo 47 años. Soy enfermera desde hace casi 18 años por vocación, como la inmensa mayoría de mis compañeros/as. Tengo más canas de las que seguramente corresponden a mi edad. He tenido, y las que me quedan, más taquicardias que muchos de los cardiópatas a los que conozco. Tengo más contracturas musculares en mi cuerpo, que me han provocado diferentes lesiones, que la mayoría de deportistas que someten su musculatura al extremo. He llorado de miedo, y no me da vergüenza decirlo, de camino a un turno de trabajo en algún sitio donde nunca había estado, ni siquiera en prácticas, y a pesar de eso he cumplido lo mejor que he sabido, tras un llamamiento de 2 horas antes de iniciarse el turno y sin más tiempo que el de comer rápido y salir pitando. Sin vida. Siempre sin vida para mi y los míos.
Dependiendo de un teléfono que no soltaba hasta que oía a Teresa decirme: “Estás disponible?”. La pregunta, muy educada por otra parte, sobraba. Porque tanto Teresa como yo sabíamos que no me quedaba otra que estar disponible, siempre y en todo momento. Corriendo a donde me decía el Sergas. La otra opción era no trabajar, no comer. Siempre he trabajado sin el apoyo de nadie más que el de mis compañeros, que también hay que decirlo, es lo mejor de esta profesión.
Me he dejado muchas cosas por el camino, muchas. He perdido de estar más tiempo con personas a las que amaba y ya no están. No he podido tener hijos porque mi pareja tiene una situación laboral tan complicada como la mía y no existen guarderías que estén en un pool, pendientes de tu llamada a última hora para quedarse con tu hijo. He tratado de buscar en otros gremios, otras profesiones, y no he encontrado ninguna en la que el trabajador eventual tenga que tener la disponibilidad que se nos exige a nosotros. Pero esta disponibilidad tiene un premio, 0.2 puntos por mes trabajado. A días puedes tardar tiempo en conseguir un mes y si lo consigues es porque no has descansado ningún día. Y el Sergas te da 0.2 puntos a cambio de esas taquicardias, contracturas, canas, tiempo sin disfrutar de los tuyos, los hijos que no tienes o los que apenas puedes ver, etc,etc,etc. Mi vida laboral no tiene fin, hojas y hojas con cientos de contratos de un día.
Pero esto no acaba aquí. El Sergas te dice que si quieres seguir en su sistema, ahora mismo estoy pensando que la palabra “quieres” en esta frase no es la más apropiada, tienes que presentarte una OPE detrás de otra y tratar de aprobarla porque si no bajarás en la lista y trabajarás menos o perderás tu vacante. Y te presentas con un número de plazas irrisorio, que no llega para cubrir ni de lejos todos los puestos eventuales a los que vamos a trabajar diariamente. Hay unidades de hospitalización donde la mayoría son contratados, incluso hay alguna donde la única persona con plaza en propiedad es la supervisora.
Así que cuando sales de trabajar para el Sergas, llegas a tu casa y te pones a estudiar para el Sergas. Porque 18 años de experiencia profesional no bastan para el Sergas. Es posible que cualquier empresa tenga a sus trabajadores de más antigüedad en puestos buenos y con contratos estables. Es lo lógico. El Sergas no. El Sergas te dice que estudies, que apenas tienes posibilidades de sacar una plaza en propiedad porque nos presentamos más de 8000 personas para 800 plazas, siendo la mitad para promoción interna. Y aquí me veo, en un descanso de mi estudio a 4 días de la “macro OPE” de Alberto (de apellido Núñez Feijóo). Aquí estoy, sin disfrutar de mis padres ancianos, sin poder ver a mis familiares, encerrada al igual que miles de compañeros/as en toda Galicia.
Sé que esto nunca va a llegar a Don Alberto. Esto no va de colores, ni quiero que vaya. No quiero que nadie piense que hay connotaciones políticas en esta carta, porque no es así. Nada más lejos de mi intención. No soy azul como Alberto, ni roja como Pedro, ni lila como Pablo, ni naranja como Albert, ni verde como Santiago.Pero hay una cosa que sí me gustaría decirle a Alberto, porque es mi presidente. Para ser azul, usted ha puesto la Sanidad de esta Comunidad en números muy rojos. Váyase usted a donde tenga que irse, no sé si el centro, la derecha, arriba o abajo ( hay programas de Barrio Sésamo que yo veía de pequeña donde Coco con gran habilidad nos decía la diferencia entre arriba y abajo y derecha e izquierda, le recomiendo verlos si tiene dudas) y por favor, por lo que más quiera deje de hacer tanto daño a la Sanidad Pública tanto daño, tanto recorte y tanto maltrato laboral a sus empleados. Se lo pido por lo que más quiera. Se lo pido a usted porque pase lo que pase en esta Comunidad, la gente le sigue votando al azul. Y eso quiere decir, que los gallegos confían ciegamente en usted. No hay nada más hermoso que la confianza ciega. Porque es confianza y porque es ciega. No se aproveche más de esa confianza y haga algo por la Sanidad, en Galicia somos humildes, labradores, pescadores, pequeños empresarios. No podemos permitirnos ni queremos una Sanidad privada, que también la conozco. Y no me gusta. Me gusta la que tiene usted en sus manos. Deje que la Sanidad, señor Feijóo, sea BLANCA. No le ponga color.
Sin más, tengo que dejarle, porque toca seguir estudiando. El domingo tengo examen en Silleda.
Un saludo, Presidente.
P.D.: Una enfermera cualquiera, eventual, del Sergas.