Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, dice el refrán. Si eres sanitario eventual, el cuarenta de mayo no influye mucho en nuestra vestimenta, pero sí sobre lo que va a ser de nosotros durante los meses estivales.
Para nosotros, el verano es como Navidad, la época en la que recibimos el mejor regalo, la estabilidad, porque el carpe diem está muy bien, pero poder comprar unos billetes de avión con algo de margen ya es canela en rama.
Tres meses, en el mejor de los casos, en los que sabes si vas a poder llevar a tu abuelo al médico, si podrás ir de viaje o algo tan sencillo como tomar un café. Cosas cotidianas para el resto de la gente, pero como eventual que vive con un apéndice llamado teléfono móvil pegado a la oreja las veinticuatro horas del día, es algo así como una utopía.
Cuando digo tres meses es porque soy optimista por naturaleza, porque también está la opción de que te den quincenas sueltas y que te queden huecos por cubrir. También puede pasar que estés en un maravilloso acúmulo de tareas, que están más de moda que Rosalía, y quedes libre justo en medio del verano, por lo que serás carne de cubrir turnos que queden descubiertos en el último momento. Eso sí, evitas el melanoma porque ya te aviso que mucho al sol no vas a estar.
Para los que no están iniciados en el mundo sanitario, escoger bloque de vacaciones es un poco como escoger en el menú del día. Gracias a las modernidades y los grupos de whatsapp, cuando salte la liebre, el primero de la lista avisa. Como quiere ser buen compañero, intenta apuntar en lo que tenga más a mano lo que le ofrecen (una servilleta, un guante, los planes de cuidados del turno anterior…), pero es imposible, te sueltan los contratos en ráfaga, como una máquina de pelotas de tenis. Curioso, pasan días dándole vueltas al asunto, y de repente les corre mucha prisa cubrir. Muy “Sergas style”. Tú que ya estás con la mosca detrás de la oreja, pendiente del teléfono durante toda a mañana, viendo en el chat de sustitutos que opciones te van quedando. Y llega tu turno. Tienes que decidir tu vida durante tres meses en tres segundos. Cuando está por la mitad, ya no recuerdas que te dijo al principio. ¿ensalada de pasta o rusa? Ay no, que no estás en el chiringuito. Le pides que repita. Resopla, tiene prisa por despachar. Perdone por molestar en su horario laboral. Al final, aturdido, acabas cogiendo lo más largo, que mira, no te gustará mucho el servicio, pero comer hay que comer y puntuar aún más. Escribes lo que cogiste en el grupo y le pasas la “patata caliente” al siguiente. Con un poco de suerte, arreglaste desde finales de junio hasta septiembre.
También es un poco como Eurovisión, si tú quieres. Es decir, conoces los servicios a cubrir y a los candidatos. Fulanito tira más para quirófano de siempre, eso es casi tan seguro como que los países del este se votan entre ellos. Y de repente salta la sorpresa, Rumanía le dio cinco puntos a España y Fulanito se marchó para el PAC.Pero qué sería de nosotros sin esos pequeños placeres de las quinielas.
Este año, a cuarenta de mayo, seguimos con todo en el aire. ¿Las vacaciones serán cubiertas como contratos nominales o entraremos en una espiral de acúmulos eternos de los que solo se puede salir con plaza o con la jubilación? ¿El covid terminó con la sonrisa de Fernando Simón y con los contratos nominales? ¿Es posible que terminemos por contarles a nuestros nietos que antiguamente cubríamos personas y no tareas?
Suponemos que estas preguntas tendrán respuesta rápido, porque no olvidemos que, con o sin covid, estamos en año electoral, y tiran más dos papeletas que dos carretas.